domingo, 15 de marzo de 2015

¿Qué prefieres primero: las buenas o las malas noticias?


Todos hemos oído esta pregunta alguna vez, y Angela Legg, estudiante de doctorado en psicología de la Universidad de California (Estados Unidos), ha querido darle un enfoque científico al problema. La respuesta, en su opinión, depende de si eres la persona que va a dar las noticias o la que las va a recibir y de si la información va a ser utilizada para modificar el comportamiento.

¿Qué prefieres primero: las buenas o las malas noticias?

Así, si eres el receptor de las noticias, los experimentos demuestran que una gran mayoría (más del 75 por ciento) prefiere conocer las malas primero. «Si saben que van a recibir malas noticias, prefieren enterarse cuanto antes», afirma la investigadora, así las buenas «te dejan un buen sabor de boca».

Por el contrario, los que tienen que dar malas noticias (entre el 65 y el 70 por ciento) prefieren dar primero las buenas. «Suelen mostrarse ansiosos; a nadie le gusta dar malas noticias, y no entienden que tener que esperar a recibir las malas noticias provoca ansiedad en el receptor».

Sin embargo, el contar primero las buenas puede ser una estrategia positiva si el objetivo es conseguir que alguien cambie de comportamiento. Por ejemplo, según Legg, cuando le tienes que decir a un paciente que debe perder peso; quizá no se sienta bien al recibir la noticia, pero puede que haga algo para corregirlo.

La teoría del sandwich


Esta forma de dar noticias consiste en comunicar la mala entre dos buenas; por ejemplo: «Su nivel de colesterol es bajo. Por cierto, su presión sanguínea está altísima, y los niveles de azúcar en sangre son correctos».

En opinión de la experta, es una buena estrategia si queremos que la otra persona se sienta bien; sin embargo, no siempre es algo bueno: le quita importancia a las malas noticias y el receptor puede confundirse. «El transmisor cree que facilita la conversación, pero el mensaje puede tergiversarse».

Su consejo para los médicos es que den las malas noticias primero y luego las buenas, que pueden ayudar al paciente a aceptar la situación.

Pero, ¿qué hacer si no hay buenas noticias que dar?

Según un estudio, de las historias clínicas de personas con cáncer de pulmón, sólo un 22 por ciento recogen conversaciones entre médico y paciente sobre el hecho de que el paciente va a morir. «Normalmente hablan de que la enfermedad es incurable, pero que se puede tratar», y normalmente no vuelve a tratarse el tema de esa manera. Sin embargo, el 90 por ciento de los encuestados afirma que prefieren que se sea completamente sinceros con ellos.

http://nationalgeographic.es/noticias/ciencia/que-prefieres-las-buenas-o-las-malas-noticias

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